Los juegos de agua son una fuente de descubrimiento, experimentación e interacción.
El agua es una materia viva que fascina a todos los niños: la tocan sin poder atraparla, la dejan escurrir entre sus dedos, la vierten, la trasvasan, la remueven, salpican a los demás…
Jugar con agua favorece el desarrollo sensoriomotor y cognitivo. La manipulación de este elemento y de los accesorios habilitados enseña a los niños a dominar y coordinar sus gestos y a establecer relaciones de causa-efecto.
Con la jardinería, entienden también que pueden incidir en la naturaleza e integran el concepto de desarrollo de la vida. Además de los aprendizajes asociados al tacto, esta actividad permite desarrollar las capacidades olfativas de los niños.